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Comentario al Evangelio del XXVII Domingo Ordinario.

  • Foto del escritor: Diócesis de Iztapalapa
    Diócesis de Iztapalapa
  • 4 oct
  • 3 Min. de lectura

Por: Redacción.


En este XXVII Domingo Ordinario, escuchamos una de las peticiones más humanas y profundas de los apóstoles: “Señor, auméntanos la fe.” Esta súplica no nace del miedo, sino del deseo de confiar más plenamente en Dios. Los discípulos, al ver los desafíos del seguimiento, comprenden que su propia fuerza no basta.

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Y quizás tú y yo también sentimos lo mismo: vivimos rodeados de injusticias, violencias, dudas, cansancio… y también nosotros podríamos gritar como el profeta Habacuc:“¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches?”


La liturgia de este Domingo nos invita a redescubrir la fe como fuerza que sostiene al justo, como don que se cultiva y como servicio humilde a Dios.


La fe: semilla pequeña, fuerza inmensa


Jesús nos enseña que no se trata de tener una fe enorme, sino una fe viva, auténtica y confiada. Una semilla de mostaza es diminuta, pero contiene una fuerza interior capaz de crecer y transformar la tierra. Así es la fe: no es magia, sinouna confianza activa en el poder de Dios.


El verdadero creyente no mide su fe por emociones o resultados, sino por su capacidad de permanecer firme incluso cuando no ve respuestas inmediatas. La fe auténtica no quita las dificultades, pero cambia la forma en que las enfrentamos.


Jesús nos llama a creer que, aun en medio del dolor o de lo imposible, Dios sigue actuando. Si confiamos, esa pequeña fe puede mover el árbol de la desesperanza y plantarlo en el mar de la esperanza.


“Reaviva el don de Dios que hay en ti”


San Pablo recuerda a Timoteo que la fe no es algo estático, sino un fuego que debe reavivarse constantemente.


Muchas veces dejamos que el miedo, el cansancio o la rutina apaguen ese don. Por eso el Apóstol dice:“El Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, amor y moderación.”


Cada uno de nosotros ha recibido un don, una misión, una vocación. Mantener viva la fe implica alimentar ese fuego interior, formarnos, orar, servir y no avergonzarnos del Evangelio.


La fe madura cuando se traduce en testimonio, cuando resistimos las pruebas sin renunciar al amor y cuando seguimos confiando incluso en la noche oscura.


“El justo vivirá por su fe”

El profeta Habacuc nos enseña que la fe no es impaciencia, sino esperanza perseverante. En tiempos de injusticia y confusión, el profeta grita a Dios: “¿Hasta cuándo?”. Pero Dios le responde:“La visión llegará sin falta. El justo vivirá por su fe.”


A veces queremos que Dios actúe de inmediato, pero la fe verdadera nos invita aesperar con fidelidad, sabiendo que su promesa se cumplirá a su tiempo. Creer es aprender a confiar en los tiempos de Dios, incluso cuando parece que Él calla.


La fe se expresa en el servicio humilde


Jesús termina el Evangelio recordándonos algo esencial: la fe no nos hace superiores, sino servidores. Después de hacer lo que se nos ha mandado, digamos:“Somos siervos inútiles; sólo hicimos lo que teníamos que hacer.”


Esta frase no es desprecio, sino humildad evangélica: reconocer que todo lo que somos y hacemos esgracia de Dios. La fe verdadera no busca recompensas, sino amar y servir con alegría. Es una fe que se arrodilla para lavar los pies, que siembra sin esperar aplausos, que trabaja por el Reino sabiendo que Dios es quien da el fruto.


Vivir por la fe, servir con amor

Queridos hermanos y hermanas: Hoy el Señor nos invita a hacer nuestra la súplica de los apóstoles:“Auméntanos la fe.”


Pidamos una fe que confíe como Habacuc, que arda como la de Timoteo y que sirva humildemente como enseña Jesús. Que no nos cansemos de creer, aun cuando el mundo parezca oscuro. Porquela fe, aunque pequeña como un grano de mostaza, tiene el poder de transformar nuestra vida y la historia.


Y cuando al final del día miremos lo vivido, podamos decir con paz: “Sólo hicimos lo que teníamos que hacer, pero lo hicimos con amor, con fe y con esperanza.”

 
 
 

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