Por: Redacción.
Tentaciones y fidelidad: una batalla espiritual
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy la Palabra de Dios nos invita a meditar sobre la lucha contra la tentación y la fidelidad al Señor. Jesús, en su humanidad, experimenta el combate contra el mal en el desierto. Su victoria es nuestra esperanza. Reflexionemos en tres aspectos fundamentales de este Evangelio.
El desierto: lugar de prueba y comunión con Dios
Jesús, lleno del Espíritu Santo, es conducido al desierto. No es una casualidad. A lo largo de la historia de la salvación, el desierto ha sido el espacio donde Dios purifica y fortalece a su pueblo. Israel pasó 40 años en el desierto antes de entrar en la Tierra Prometida. Moisés y los profetas se retiraban al desierto para escuchar a Dios.
También nosotros vivimos desiertos espirituales: momentos de prueba, sequedad, dificultad. Pero no estamos solos. El mismo Espíritu que acompañó a Jesús nos sostiene. ¿Cómo respondemos a nuestras pruebas? ¿Nos alejamos de Dios o nos dejamos guiar por Él?
Tres tentaciones, tres respuestas de fidelidad
El diablo busca desviar a Jesús de su misión. La primera tentación es materialista: convertir piedras en pan. Jesús nos enseña que "no sólo de pan vive el hombre". Vivimos en una sociedad que prioriza lo material sobre lo espiritual, pero el verdadero alimento es la Palabra de Dios.
La segunda tentación es la del poder: "Todo esto será tuyo si me adoras". Hoy también el mundo nos seduce con el éxito, la fama, el dominio sobre los demás. Pero Jesús nos recuerda: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él sólo servirás". La vida cristiana no se trata de grandeza terrenal, sino de humildad y servicio.
La tercera tentación es la de la presunción: "Arrójate, los ángeles te sostendrán". Es la tentación de poner a Dios a prueba, de exigirle signos en vez de confiar en su providencia. Jesús responde: "No tentarás al Señor, tu Dios". La fe no necesita pruebas extraordinarias, sino confianza total en el Padre.
Nuestra respuesta: fe y gratitud
Las otras lecturas nos ayudan a responder. En Deuteronomio, el pueblo de Israel reconoce con gratitud la acción salvadora de Dios. También nosotros debemos recordar con gratitud las veces que Dios nos ha librado de la esclavitud del pecado.
San Pablo nos lo dice claramente en la carta a los Romanos: la salvación está al alcance de todos. Basta con confesar con la boca y creer con el corazón que Jesús es el Señor. ¿Dónde está nuestra confianza? ¿En nuestras fuerzas o en la misericordia de Dios?
Caminemos con Cristo en esta Cuaresma
Queridos hermanos, la Cuaresma es un tiempo de combate espiritual. Jesús nos muestra el camino de la fidelidad en medio de la tentación. Aprendamos a confiar en la Palabra de Dios, a rechazar los ídolos del poder y la autosuficiencia, y a caminar con fe.
Que la Eucaristía de hoy nos fortalezca para seguir firmes en la lucha y crecer en fidelidad al Señor.
¡Amén!
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