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Comentario al Evangelio del II Domingo de Pascua (Domingo de la Divina Misericordia)

  • Foto del escritor: Diócesis de Iztapalapa
    Diócesis de Iztapalapa
  • 26 abr
  • 3 Min. de lectura

Por: Redacción.


En este II Domingo de Pascua, también conocido como el Domingo de la Divina Misericordia, la Iglesia nos invita a contemplar el don más grande que hemos recibido: la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte. Celebramos que la Resurrección no es un hecho aislado del pasado, sino una presencia viva que transforma nuestras vidas hoy.


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Jesús Resucitado: La Paz que vence el miedo

En el Evangelio de este II Domingo de Pascua (Juan 20, 19-31), encontramos a los discípulos encerrados, llenos de temor. La resurrección había sucedido, pero ellos aún vivían como si la muerte tuviera la última palabra. ¡Qué imagen tan real de nosotros mismos cuando dejamos que el miedo nos paralice! Y sin embargo, Jesús irrumpe en su encierro no para reprocharles su miedo, sino para regalarles su paz: “La paz esté con ustedes”. No es una simple palabra de consuelo, es una paz que transforma: los llena de alegría y los prepara para la misión. Así como el Padre envió a Jesús, ahora Él nos envía a nosotros.


La resurrección no es solo un acontecimiento del pasado: es una fuerza viva que sigue tocando nuestros corazones encerrados para abrirlos a la alegría y al envío misionero.


El soplo del Espíritu: El regalo de la misericordia

Jesús sopla sobre sus discípulos y les da el Espíritu Santo. Este soplo recuerda el soplo de Dios en la creación de Adán: una nueva creación ha comenzado. Y el primer fruto del Espíritu es el don del perdón: “A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados”.


La Pascua inaugura el tiempo de la misericordia. En el Domingo de la Divina Misericordia, reconocemos que hemos sido enviados no a juzgar al mundo, sino a ofrecerle el abrazo del Padre, que siempre espera, siempre perdona, siempre da vida nueva.


Tomás y el camino de la fe: De la duda a la confesión

El apóstol Tomás representa la lucha interior que muchos vivimos. Quiere creer, pero exige pruebas. Jesús no lo desprecia por sus dudas; al contrario, le permite tocar sus heridas. En esas heridas gloriosas, Tomás reconoce la verdad: “¡Señor mío y Dios mío!”.


Tomás nos enseña que la fe pascual no elimina las preguntas, sino que se construye en el encuentro personal con Cristo vivo. Jesús nos llama “dichosos” porque creemos sin haber visto. La bienaventuranza pascual es para nosotros, que cada domingo nos reunimos no porque hayamos visto, sino porque hemos creído.


La Iglesia: signo vivo de Cristo Resucitado

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (5, 12-16) muestra cómo esa pequeña comunidad de discípulos, ahora llenos del Espíritu, realiza señales y prodigios. ¡La fe pascual no se guarda en el corazón como un tesoro privado! Se vuelve testimonio, sanación, esperanza para los demás.


La sombra de Pedro que sana a los enfermos nos recuerda que los cristianos somos “transparencias” de Cristo. Nuestra misión es ser signos vivos de su presencia en el mundo: llevar consuelo a los que sufren, curar las heridas del cuerpo y del alma, compartir la alegría del Evangelio.


No temas: Él vive para siempre

Finalmente, en la segunda lectura (Apocalipsis 1, 9-19), San Juan nos regala una visión majestuosa de Cristo glorioso: “Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos”. ¡Qué consolador es saberlo! Cristo tiene las llaves de la muerte y del más allá. En Él, ya no debemos temer ni a la tribulación, ni al dolor, ni a la muerte.


Nuestra fe no es un ideal bonito; es la certeza de que Cristo ha vencido todo lo que nos asusta. Y así, con Él, nosotros también venceremos.


Creer para tener vida

Queridos hermanos y hermanas, el Evangelio se ha escrito para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengamos vida en su nombre.Que este II Domingo de Pascua nos renueve en la fe, nos llene de paz, nos lance a la misión y nos fortalezca con la esperanza invencible de Cristo Resucitado. ¡No tengamos miedo! ¡Él vive y camina con nosotros!

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