Por: Redacción.
El Evangelio del V Domingo Ordinario nos presenta una escena hermosa: la gente se agolpa en torno a Jesús, deseosa de escuchar la Palabra de Dios (Lc 5,1). Esta imagen nos recuerda que nuestro corazón tiene sed de Dios, que el alma humana necesita el alimento de su Palabra para encontrar sentido, consuelo y esperanza. Preguntémonos hoy: ¿cómo está nuestra hambre de la Palabra de Dios? ¿Damos espacio en nuestra vida para escucharla y meditarla?

"Lleva la barca mar adentro"
Después de enseñar, Jesús da una orden desconcertante a Simón: "Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar" (Lc 5,4). Simón Pedro, con su experiencia como pescador, sabe que no tiene sentido pescar a esa hora, después de una noche de fracaso. Sin embargo, hay algo en la mirada y en la voz de Jesús que le impulsa a obedecer. Y cuando lo hace, ocurre el milagro.¿Cuántas veces en nuestra vida sentimos que nuestras redes están vacías? Quizás hemos trabajado mucho en algo sin ver frutos, o sentimos que nuestras oraciones no son escuchadas. Jesús hoy nos dice: confía, no te rindas, vuelve a lanzar las redes. La clave está en hacerlo con fe y en su nombre: "Pero, confiado en tu palabra, echaré las redes" (Lc 5,5).
La reacción de Simón Pedro: humildad y asombro
Pedro cae de rodillas y reconoce su indignidad: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” (Lc 5,8). Este es un momento crucial. Pedro comprende que está ante alguien mucho más grande, y en lugar de enorgullecerse por la pesca milagrosa, se humilla. Aquí hay una gran enseñanza: cuando dejamos actuar a Dios en nuestra vida, lo primero que descubrimos no es nuestro poder, sino nuestra pequeñez.Pero Jesús no lo rechaza ni lo condena; al contrario, lo llama a una misión aún más grande: "Desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5,10).
Una misión que transforma la vida
El Papa Francisco nos recuerda que el verdadero milagro no fue la pesca abundante, sino la transformación de los corazones. Jesús no solo da peces a Pedro y sus amigos, sino que les da un propósito nuevo. Dios no nos llama por nuestros méritos, sino por su amor. Y cuando le decimos sí, Él nos da una misión mucho más grande de lo que imaginamos.Pedro y los demás, al escuchar el llamado de Jesús, "llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron" (Lc 5,11). Esto nos muestra que el encuentro con Cristo cambia la vida.
María, modelo de prontitud en la respuesta a Dios
Como dice el Papa Francisco, pidamos a la Virgen María que nos ayude a sentir la belleza de la llamada de Dios. Que ella nos enseñe a confiar en Él, a no desanimarnos cuando las redes parezcan vacías y a responder con generosidad al llamado que el Señor nos hace cada día.
No temas, confía y sigue a Cristo
Hoy Jesús nos dice lo mismo que a Pedro: "No temas" (Lc 5,10). No temas al fracaso, no temas a tus debilidades, no temas a las dificultades. Si confías en Él y vuelves a echar las redes con fe, experimentarás su poder y su amor. Que el Señor nos conceda la gracia de seguirlo con decisión y de convertirnos en pescadores de hombres en este mundo que tanto necesita su luz.
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