Por: Redacción
Un mensaje que desconcierta
El Evangelio del VI Domingo Ordinario nos presenta las Bienaventuranzas según San Lucas (Lc 6,17.20-26), un discurso que rompe con la lógica del mundo. Mientras que la sociedad valora la riqueza, el poder y la comodidad, Jesús proclama bienaventurados a los pobres, los que tienen hambre, los que lloran y los perseguidos. ¿Cómo puede haber felicidad en la pobreza o en el sufrimiento? La clave está en la promesa de Dios: el Reino les pertenece, serán saciados y reirán.

La verdadera pobreza que nos hace ricos
"Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios" (Lc 6,20). Jesús no está exaltando la miseria, sino la actitud de quien pone su confianza en Dios y no en las riquezas materiales. La pobreza de la que habla es la del corazón humilde, desprendido, que sabe que todo viene de Dios. Por el contrario, el que se aferra a las riquezas corre el riesgo de olvidar a Dios y a los demás.
El hambre y el llanto que serán saciados
"Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados" (Lc 6,21). Jesús nos invita a tener hambre de justicia, de amor, de Dios. Los que buscan estos bienes con sinceridad serán colmados por Él. Del mismo modo, "dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán" (Lc 6,21). El sufrimiento no tiene la última palabra. Dios ve nuestras lágrimas y promete consolarnos.
La alegría en la persecución
"Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan... y los insulten por causa del Hijo del hombre" (Lc 6,22). Ser fieles a Cristo puede traernos rechazo, pero Jesús nos anima a no desanimarnos, porque nuestra recompensa está en el cielo. Así fueron tratados los profetas, y así es el camino del discípulo.
Las advertencias de Jesús: las falsas seguridades
Jesús no solo proclama bienaventuranzas, sino que también lanza advertencias: "¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo!" (Lc 6,24). No se trata de condenar la riqueza en sí misma, sino la autosuficiencia que nos aleja de Dios y del prójimo. "¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora!" (Lc 6,25): quienes solo buscan su satisfacción egoísta terminarán vacíos. "¡Ay de ustedes, los que ríen ahora!" (Lc 6,25): quienes viven sin Dios descubrirán que esa felicidad es pasajera.
La verdadera felicidad
Jesús nos enseña que la felicidad no está en el tener, sino en el ser. La verdadera alegría viene de vivir según los valores del Reino: la confianza en Dios, la solidaridad con los demás, la fidelidad a la verdad, la esperanza en su promesa.
Pidamos a la Virgen María, modelo de humildad y confianza en Dios, que nos ayude a vivir las bienaventuranzas y a construir nuestra felicidad en el amor de Cristo.
Amén.
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