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Comentario al Evangelio del VIII Domingo Ordinario

Foto del escritor: Diócesis de IztapalapaDiócesis de Iztapalapa

Actualizado: 2 mar

Por: Redacción.


La prueba del corazón y la luz de Cristo

El Evangelio del VIII Domingo Ordinario, nos presenta imágenes poderosas que nos invitan a examinar nuestra vida a la luz de la verdad de Dios. Jesús nos habla de la ceguera espiritual, del juicio hacia los demás y de la importancia de dar buenos frutos. Cuando conectamos este mensaje con las lecturas del Eclesiástico y de San Pablo, encontramos un llamado profundo a la conversión y a la autenticidad cristiana.



La ceguera del alma y la prueba de la vida

Jesús nos pregunta: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego?” y la respuesta es obvia: ambos caerán en el hoyo. Esta imagen nos interpela sobre a quién seguimos y cómo guiamos a los demás. Si nuestra vida no está fundamentada en Cristo, corremos el riesgo de perdernos y arrastrar a otros en nuestro extravío. El libro del Eclesiástico nos recuerda que las pruebas de la vida actúan como un crisol que revela la autenticidad del corazón humano: así como el oro se purifica en el fuego, la verdad de cada persona se manifiesta en la dificultad. Si nuestra vida no está anclada en la fe, nuestra debilidad quedará al descubierto.


2. La viga y la paja: el desafío de la humildad

Jesús nos llama a no ser hipócritas, a no apresurarnos a señalar la “paja” en el ojo del hermano sin antes reconocer la “viga” en el nuestro. Es fácil juzgar a los demás sin mirarnos con honestidad. Pero, como dice el Eclesiástico, “la palabra muestra la mentalidad del hombre”. Es decir, lo que decimos y hacemos refleja lo que realmente hay en nuestro interior. Antes de corregir, primero debemos purificarnos, para que nuestro testimonio sea creíble y nuestra ayuda sea sincera.


3. Dar frutos buenos: la victoria de Cristo en nosotros

Jesús dice que “cada árbol se conoce por sus frutos”, y esta enseñanza encuentra eco en la primera carta a los Corintios, donde San Pablo nos recuerda que, gracias a Cristo, hemos vencido a la muerte y estamos llamados a vivir con esperanza y firmeza en la fe. Así como un árbol bien cultivado produce buenos frutos, un corazón que se deja transformar por Dios dará frutos de amor, justicia y verdad. La clave está en lo que atesoramos en nuestro interior: si cultivamos la fe, la oración y la caridad, nuestros frutos serán bendición para los demás.


Iluminar el mundo con la luz de Cristo

El Evangelio y las lecturas de hoy nos desafían a vivir con autenticidad. Debemos reconocer nuestra propia ceguera antes de pretender guiar a otros, aceptar que la prueba revela quiénes somos realmente, y permitir que Cristo transforme nuestro corazón para dar frutos de vida eterna. San Pablo nos anima a mantenernos firmes en la obra del Señor, porque “nuestras fatigas no quedarán sin recompensa”.


Pidamos a Dios que nos conceda un corazón humilde, que se deje purificar y transformar, para que podamos iluminar el mundo con su amor. Que la Virgen María, modelo de fe y entrega, nos guíe en este camino de conversión. Amén.

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