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Comentario al Evangelio del XVI Domingo Ordinario

  • Foto del escritor: Diócesis de Iztapalapa
    Diócesis de Iztapalapa
  • 19 jul
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 19 jul

Por: Redacción.


En este XVI Domingo del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre la acogida, la escucha y la presencia del Señor en nuestra vida. Las tres lecturas de hoy giran en torno a un mismo tema: abrir nuestro corazón a Dios, no solo con nuestras acciones, sino también con nuestra atención y escucha.

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La hospitalidad: puerta abierta para Dios

En la primera lectura, Abraham recibe la visita de tres misteriosos forasteros. Sin dudarlo, corre a ofrecerles lo mejor que tiene: agua para lavarse, pan recién hecho, un ternero asado, leche y requesón. No solo abre su tienda, sino también su corazón.


Su hospitalidad se convierte en ocasión de encuentro con Dios, pues a través de esos visitantes el Señor confirma la promesa del hijo esperado.


¿No nos pasa que cuando recibimos a alguien con amor y generosidad, nuestra vida también se llena de bendición? La hospitalidad abre la puerta a la presencia divina.


Marta y María: acción y contemplación en equilibrio

El Evangelio nos muestra a Marta y María recibiendo a Jesús. Marta corre de un lado a otro con los quehaceres, preocupada por atenderlo con excelencia. María, en cambio, se sienta a los pies de Jesús, escuchando su palabra. Marta reclama: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con el trabajo?".


Jesús le responde con ternura: "Marta, Marta, muchas cosas te inquietan… pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte".


Jesús no desprecia el servicio de Marta, pero la invita a no olvidar lo esencial: la relación viva con Él. Las tareas, el trabajo y el servicio son buenos y necesarios, pero cuando no van acompañados de la escucha de la Palabra, nos pueden dejar vacíos, agotados y sin sentido.


¿Qué es la “mejor parte”?

La “mejor parte” no significa dejar de trabajar, sino aprender a poner a Cristo en el centro. María representa el corazón que se sienta, que escucha, que contempla. Marta representa el corazón que sirve, pero que puede perder la paz si olvida por quién lo hace.


¿Cuántas veces en nuestra vida estamos tan llenos de preocupaciones, que olvidamos estar con el Señor? A veces basta con sentarnos unos minutos a sus pies en silencio para encontrar la paz que tanto buscamos.


Cristo vive en nosotros: la fuerza de la misión

San Pablo, en la segunda lectura, nos recuerda algo esencial: "Cristo vive en ustedes, esperanza de gloria". Esa presencia de Cristo en nuestro interior es la que nos permite servir con amor como Marta, y al mismo tiempo contemplar como María.


Pablo sufre por la Iglesia, pero su sufrimiento tiene sentido porque sabe que Cristo está en él. Esa es la verdadera fuerza de todo discípulo: no servimos por orgullo ni por quedar bien, sino porque Cristo nos llena de su amor y nos invita a llevarlo a los demás.


¿Qué nos pide hoy el Señor?

El mensaje de hoy es un llamado a integrar acción y contemplación. No se trata de elegir entre ser Marta o María, sino de aprender a ser ambas cosas:

  • Servir a los demás con amor y generosidad, como Abraham y Marta.

  • Escuchar la voz de Jesús en la oración y la Palabra, como María.

  • Dejar que Cristo viva en nuestro corazón para que todo lo que hagamos tenga sentido, como nos dice San Pablo.


Oración final

Señor Jesús, enséñanos a servir con alegría y, al mismo tiempo, a detenernos para escuchar tu voz. Que no nos perdamos en las preocupaciones de la vida, sino que sepamos escoger siempre la “mejor parte”: estar contigo, para que tu presencia dé sentido a todo lo que hacemos. Amén.

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