top of page

Comentario al Evangelio del XVII Domingo Ordinario

  • Foto del escritor: Diócesis de Iztapalapa
    Diócesis de Iztapalapa
  • 26 jul.
  • 3 Min. de lectura

Por: Redacción.


Queridos hermanos y hermanas:

¿Cuántas veces hemos sentido que no sabemos cómo orar? ¿Cuántas veces hemos buscado las palabras adecuadas, sin encontrarlas? En el fondo, todos llevamos un deseo profundo de hablar con Dios, de ser escuchados, de tener un encuentro verdadero con Aquel que nos ama infinitamente. La liturgia de hoy nos abre el corazón al misterio de la oración, no como una fórmula vacía, sino como un diálogo vivo con un Padre que escucha, responde y transforma.

ree

Jesús, al ver el anhelo de sus discípulos, no los deja sin respuesta. Hoy también nos enseña a ti y a mí cómo dirigirnos a Dios, cómo insistir sin cansarnos, cómo confiar como hijos amados. A la luz del Evangelio de Lucas, del ejemplo intercesor de Abraham en el Génesis, y del mensaje liberador de San Pablo a los Colosenses, descubramos juntos el poder, la ternura y la audacia de la oración cristiana.


Señor, enséñanos a orar

El Evangelio de hoy comienza con una petición sencilla, pero profundamente humana:"Señor, enséñanos a orar."Es la súplica de alguien que ha visto cómo Jesús se dirige a Dios con una confianza única, con una intimidad inigualable. No piden una fórmula mágica, sino quieren aprender la relación que Jesús tiene con el Padre.


Y Jesús no responde con una teoría, sino con una oración: el Padre Nuestro. En ella, nos enseña que orar no es sólo hablarle a Dios, sino hablarle como hijos a un Padre. Un Padre que está cerca, que nos sostiene día con día, que perdona, que quiere que nosotros también perdonemos, y que no nos abandona en nuestras pruebas.


Orar es insistir: no te canses de tocar la puerta

Jesús sigue su enseñanza con una parábola provocadora: la del hombre que va a buscar pan a medianoche. No se lo dan por ser amigo, sino por su insistencia. Y Jesús concluye con una promesa poderosa: "Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá."


Aquí nos está diciendo que la oración no es sólo una súplica ocasional, sino una actitud constante. Como Abraham en la primera lectura, que dialoga con Dios con humildad, pero también con audacia. Intercede, suplica, negocia incluso… Y Dios lo escucha.


La oración insistente no es molesta para Dios; al contrario, es una muestra de confianza filial. Dios no se cansa de nosotros. ¿Nosotros sí nos cansamos de Él?


Un Padre que da lo mejor: su Espíritu

Jesús termina el pasaje con una imagen llena de ternura:

“¿Qué padre le dará una víbora a su hijo si le pide pescado?”


Incluso los padres humanos, con todos sus límites, saben dar cosas buenas. Cuánto más nuestro Padre del cielo. Pero atención: Jesús no dice que Dios nos dará todo lo que pidamos al pie de la letra, sino que nos dará el Espíritu Santo, que es el mejor regalo, el que más necesitamos.


El Espíritu nos consuela, nos fortalece, nos guía, nos llena de vida. No siempre cambia las circunstancias, pero sí cambia nuestro corazón para atravesarlas con fe y esperanza.


Como Abraham: intercesores del mundo

La primera lectura del Génesis nos muestra a Abraham como un gran intercesor. Él no busca el bien sólo para sí, sino para toda una ciudad, incluso sabiendo que está llena de pecado. Y Dios escucha.


Hoy el mundo también necesita intercesores. Personas que se pongan de pie ante Dios y rueguen por los demás. Que no se cansen de pedir por los que han perdido la fe, por los que sufren, por los que cometen errores. Nuestra oración puede sostener a muchos, incluso sin que lo sepan.


El poder de la Cruz: perdonados y levantados

Y San Pablo, en la carta a los Colosenses, nos recuerda la raíz profunda de nuestra confianza en Dios: hemos sido perdonados, resucitados con Cristo, liberados del pecado.


"Él anuló el documento que nos era contrario, y lo clavó en la cruz de Cristo."

Eso es lo que da sentido a nuestra oración: no somos esclavos, ni extranjeros ante Dios, sino hijos redimidos por la sangre de su Hijo. Cuando oramos, lo hacemos como resucitados, como quienes tienen acceso al corazón del Padre.


La oración es vida

Hoy, hermanos, el Señor nos recuerda que orar no es opcional, ni un deber frío: es un acto de amor, de confianza, de esperanza. Es volver al Padre, cada día, con el corazón abierto. Es pedir, buscar y tocar con humildad. Es interceder como Abraham, y confiar como hijos.Y sobre todo, es dejar que el Espíritu Santo transforme nuestra vida desde dentro.

Amén.


Comentarios


CURIA DIOCESANA

ATENCION: LUNES A VIERNES 

9:00 A 15:00 HRS

REDES SOCIALES
CONTACTO

55 76672247

 

Procuradores No. 6 Col. El Sifón C.P. 09400 Iztapalapa, CDMX

 

comunicacion.diocesisiztapalpa@gmail.com

  • Blanco Icono de Instagram
  • Blanco Icono de YouTube
  • Twitter Icono blanco
SUSCRIBETE A NUESTRO BOLETIN
untitleddesign_57795489_original_KCVmVk4

© 2023 DIOCESIS DE IZTAPALPA

bottom of page