Comentario al Evangelio del XVIII Domingo Ordinario
- Diócesis de Iztapalapa

- 2 ago
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Por: Redacción.
Queridos hermanos y hermanas,
En este XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos sacude con una pregunta profunda: ¿en qué estamos poniendo nuestra seguridad y sentido de vida? Tanto el Evangelio como las lecturas nos invitan a mirar más allá de lo material, de lo inmediato, y a examinar el estado de nuestro corazón. En un mundo que corre tras el éxito, la riqueza y el confort, el Señor nos llama a detenernos, a reflexionar, y a descubrir dónde está la verdadera riqueza que no se pierde: la que vale ante Dios.

“¿Quién me ha puesto como juez?”: Lo que realmente importa.
Jesús no se deja atrapar por la discusión sobre una herencia. No se involucra en un problema económico porque sabe que el verdadero conflicto no está en la repartición de los bienes, sino en el corazón del hombre. “Eviten toda clase de avaricia”, dice con claridad. Aquí comienza una enseñanza fundamental: la vida no se mide por lo que tenemos, sino por lo que somos ante Dios.
Muchos hoy viven esclavizados por el deseo de tener más. Pero Jesús nos invita a revisar nuestras prioridades, a preguntarnos con honestidad: ¿qué me está robando la paz? ¿Acaso estoy buscando más cosas y dejando a un lado lo que da sentido eterno a mi existencia?
“¡Insensato!”: Cuando lo material ocupa el lugar de Dios
La parábola que narra Jesús es una radiografía del corazón humano cuando se deja seducir por la seguridad de las riquezas. El hombre rico construye graneros más grandes, se imagina una vida cómoda, pero no contempla a Dios en sus planes. Cree que es dueño del tiempo y del futuro… hasta que la muerte lo sorprende.
Este relato no es una condena a la riqueza, sino una advertencia sobre la autosuficiencia espiritual. El error no está en tener, sino en confiar sólo en eso y olvidar que la vida es frágil y pasajera. Como dice el Eclesiastés: “todo es vana ilusión”. ¿Para qué tanto esfuerzo si al final no nos llevamos nada?
“Busquen los bienes de arriba”: La verdadera riqueza
San Pablo, en la carta a los Colosenses, completa el mensaje con una invitación clara: “pongan el corazón en los bienes del cielo”. Aquí está la clave del Evangelio de hoy: ser ricos no en lo material, sino en lo que vale ante Dios.
Cristo nos llama a una transformación profunda. Abandonar el “viejo yo” dominado por deseos, pasiones y avaricias, y vestirnos del “nuevo yo”, renovado en la imagen de Dios. Este es el único tesoro que no se corrompe ni se pierde.
“Cristo es todo en todos”: Un nuevo orden para el corazón
Pablo termina diciendo que en Cristo no hay distinciones, que Él es el centro de todo. En un mundo donde la acumulación crea diferencias, Jesús establece un nuevo orden: el del amor, la fraternidad, la comunión. Este nuevo orden nos libera del egoísmo y nos permite vivir con el corazón puesto en lo esencial.
Conclusión: ¿Qué granero estás construyendo?
Hoy el Señor nos llama a revisar nuestras metas y deseos. ¿Estamos construyendo graneros para acumular cosas pasajeras o para guardar frutos de eternidad: fe, generosidad, servicio, amor? Recordemos que la vida es breve y que sólo el amor vivido y compartido permanece para siempre.
Que esta Eucaristía nos impulse a buscar lo que vale ante Dios, para que el día que Él nos llame, podamos entregarle un corazón lleno de Él. Amén.





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