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Comentario al Evangelio del XXVIII Domingo Ordinario

Por: Redacción


El Camino hacia la Verdadera Felicidad.


El Evangelio del XXVIII Domingo Ordinario en el Ciclo C, tomado de San Marcos, nos presenta a un hombre que busca la vida eterna, un anhelo profundo que compartimos todos los seres humanos. Este hombre se acerca a Jesús con sinceridad, buscando algo más que cumplir con lo que se espera de él. Y en este encuentro, Jesús nos invita a reflexionar sobre la verdadera felicidad, aquella que trasciende las riquezas y comodidades materiales. Vamos a desglosar algunos puntos clave de este hermoso pasaje.


Foto: Heinrich Hofmann, "Cristo y el joven rico", 1889


El Cumplimiento de la Ley No es Suficiente.


El hombre le dice a Jesús: "Todo eso lo he cumplido desde muy joven" (Marcos 10, 20), refiriéndose a los mandamientos. Sin duda, este es un buen punto de partida. La obediencia a la Ley es importante, pero Jesús le revela que no basta con seguir normas externas. Es necesario dar un paso más: un paso que implique dar el corazón.


Aquí descubrimos una primera clave: la felicidad no se encuentra solo en cumplir con obligaciones, sino en abrirnos al amor que transforma, al amor que se entrega. Jesús le pide al hombre dar más, y eso lo desconcierta.



El Desapego: Un Puente Hacia el Tesoro Verdadero.


Jesús le dice: "Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos" (Marcos 10, 21). Esta invitación no es solo para él, sino para todos nosotros. No se trata de despreciar las riquezas o lo material, sino de no poner nuestro corazón en ellas. Es el llamado al desapego.


A veces, el peso de lo que poseemos puede atarnos, impedirnos avanzar hacia la verdadera libertad. El desapego no es un sacrificio vacío, sino un puente hacia el tesoro verdadero, que es la vida en comunión con Dios y con los demás. La felicidad que ofrece el mundo es pasajera, mientras que la que ofrece Cristo es eterna.


La Dificultad de Confiar en las Riquezas.


Jesús no dice que ser rico sea un pecado. Lo que nos advierte es sobre la trampa de poner nuestra confianza en las riquezas. Él nos alerta: "¡Qué difícil es para los que confían en las riquezas entrar en el Reino de Dios!" (Marcos 10, 23). ¿Por qué? Porque las riquezas nos dan una falsa seguridad, nos hacen creer que controlamos nuestra vida. Pero la verdadera felicidad no proviene del control, sino de la confianza en Dios, quien provee lo que realmente necesitamos.


El hombre del Evangelio se fue triste porque no pudo renunciar a sus bienes. La tristeza que experimenta es la consecuencia de haberse aferrado a lo temporal, perdiendo de vista lo eterno.



Dios Hace Posible lo Imposible.


Cuando los discípulos, sorprendidos, preguntan: "¿Entonces, quién puede salvarse?" (Marcos 10, 26), Jesús les da una respuesta que renueva la esperanza: "Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible" (Marcos 10, 27). Este es un consuelo inmenso para nosotros. No se trata solo de nuestras fuerzas, sino de dejar que Dios actúe en nuestras vidas. Él es el que transforma nuestros corazones y nos da la gracia de vivir según su voluntad.


Seguir a Cristo: El Camino del Ciento por Uno.


Pedro recuerda a Jesús que ellos lo han dejado todo para seguirlo. Y la respuesta de Jesús es una promesa maravillosa: "Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno... y en el otro mundo, la vida eterna" (Marcos 10, 29).


Jesús no nos llama a un sacrificio vacío. Nos promete una recompensa que no se puede comparar con las riquezas terrenas. La felicidad plena solo se encuentra en el seguimiento radical de Cristo, en darlo todo por Él, confiando en que todo lo demás será añadido.


La Verdadera Felicidad es Dios.


Este Evangelio nos invita a mirar más allá de lo inmediato y aparente. La verdadera felicidad no se encuentra en lo que poseemos, sino en lo que damos. No en acumular, sino en amar. No en confiar en nuestras propias fuerzas, sino en confiar en Dios, quien nos llama a una vida plena y a un amor total.


Hermanos, sigamos a Jesús sin reservas, sabiendo que en Él está la plenitud de la vida y la verdadera felicidad que no pasa. ¡Que así sea!

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