Por: Redacción.
La certeza del regreso de Cristo
El Evangelio de este XXXIII Domingo Ordinario nos presenta hoy un mensaje profundo de esperanza y vigilancia. Jesús nos habla de su regreso glorioso, un acontecimiento que llenará el universo de poder y majestad. Ante las imágenes del sol que se apaga y las estrellas que caen, no debemos llenarnos de temor, sino de confianza. Todo esto apunta a la certeza de que Dios tiene la última palabra sobre la historia y sobre nuestras vidas.
Los signos de los tiempos
Jesús utiliza el ejemplo de la higuera para enseñarnos a leer los signos de los tiempos. Así como las ramas tiernas anuncian el verano, los acontecimientos que vivimos nos llaman a discernir cómo está actuando Dios hoy. Las dificultades, los cambios en el mundo, incluso las tribulaciones, son oportunidades para descubrir su presencia y mantenernos preparados.
La eternidad de las palabras de Jesús
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". ¡Qué consuelo saber que las promesas de Jesús son eternas! Todo en este mundo es transitorio, pero su amor y su palabra permanecen. Por eso, confiar en su mensaje nos da una base sólida para enfrentar cualquier adversidad.
Vivir en vigilancia confiada
Finalmente, Jesús nos recuerda que el día y la hora de su regreso son desconocidos. Esto no es motivo de inquietud, sino un llamado a vivir en estado de gracia, en una espera activa. Cada día es una oportunidad para amar, servir y permanecer fieles al Evangelio. Que no nos encuentre distraídos, sino vigilantes, con el corazón listo para recibirle.
Reflexión Final.
Hermanos, este Evangelio no es un anuncio de miedo, sino de esperanza. Cristo regresará con poder, y nosotros, su Iglesia, somos invitados a estar preparados con alegría. Pidámosle al Señor la gracia de vivir atentos a su presencia y confiados en sus promesas. ¡Ánimo! Él nunca deja de cumplir su palabra. Amén.
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